lunes, 3 de mayo de 2010

El Cazador de Amaneceres

En la fonda de “La Paraguaya” escuchó hablar por primera vez de amaneceres. El diálogo de las mozas entablado en idioma guaraní, sobresalía sobre el murmullo del salón comedor. No era esa la charla que le interesaba, su oído estaba atento a un grupo de troperos que conversaban animadamente en la mesa contigua. Por sus atuendos provenían de lugares remotos. Sentados en rueda relataban historias en un castellano impregnado de aromas de menta, cedrón y poleo. No hay dos amaneceres iguales, cada amanecer es distinto al otro, se escucho decir con tonada salteña. Si uno se pierde un amanecer nunca más lo podrá ver, sentenció otro que acentuaba las eses como buen santiagueño. Salió de la fonda con una frase que le daba vueltas a la cabeza, No hay dos amaneceres iguales. Esa noche no pudo dormir haciendo cuentas sobre las mañanas que se había perdido. Cuando se levantó tenia tomada una decisión, iba a cazar amaneceres para guardarlos y compartirlos.

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